sábado, 12 de septiembre de 2009

El sermón de Montesinos


El sermón de Montesinos.
BARTOLOME DE LAS CASAS,
Historia de Indias, Lib. III, Cap. 4 V 5
Descubierto el Nuevo Mundo y donado a los reyes españoles, se inicia la conquista por el sistema de "capitulaciones". La capitulación es un ''do ut des" entre la Corona y el conquistador del caso. Este consigue financiación y lleva a cabo la conquista a nombre de la Corona y ésta, a cambio, le concede títulos con amplios poderes políticos y jurisdiccionales sobre los territorios conquistados, en mutuo beneficio.



En estas condiciones América se feudaliza, quedando las masas indígenas subyugadas no tanto al poder central, muy lejano, cuando a la avidez de los Adelantados o Capitanes, quienes realmente tratan de resarcirse por todos los medios de sus trabajos y de la inversión.
A tal fin, se acude en un primer momento al desmantelamiento de templos, al saqueo de sepulturas, al simple robo de joyas o a los llamados "rescates" de personas por rol lo que en términos actuales llamaríamos "secuestro".
Bien pronto, esta primera fuente de consecución de riquezas se agota. Se pasa, entonces, de la simple apropiación de bienes secularmente acumulados por los pueblos precolombinos, al sistema de la apropiación personal de los indios como mano de obra necesaria para la explotación de las tierras y de las minas en busca de minerales preciosos. La masa indígena, según lo había propuesto Colón, es esclavizada aduciendo el derecho de guerra romano, la paganía o infidelidad y hasta la no humanidad de los indios. Tal sucede en el llamado período "antillano".
En medio de este cuadro de horror, hacia 1510 llega a la Española (Santo Domingo) un grupo de frailes dominicos, templados en el más puro evangelio y dotados de gran sentido de la justicia, bebido en las fuentes tomistas de San Esteban de Salamanca, escuela de auténticos misioneros. Levantan una iglesia pajiza y, junto a la iglesia el convento austero y parco. Aquí se enciende de indignación el alma de esta comunidad evangélica Pasado un año de ver horrores deciden hablar duro y alto, todos en común con el prior Pedro de Córdoba a la cabeza, pero con la voz áspera y pungente de Fray Antonio de Montesinos.
Llegado el domingo y la hora de predicar, subió en el púlpito el susodicho padre fray Antón Montesino, y tomó por tema y fundamento de su sermón, que ya llevaba escrito y firmado de demás: Ego vox clamantis in deserto. Hecha su introducción y dicho algo de lo que tocaba a la materia del tiempo del Adviento, comenzó a encarecer la esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles desta isla y la ceguedad en que vivían; con cuánto peligro andaban de su condenación, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta sensibilidad estaban continuamente zabullidos y en ellos morían. Luego torna sobre su tema, diciendo así:
“Para os los dar a cognoscer me he sabido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla, y por tanto, conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oir".
Esta voz encareció por buen rato, con palabras muy pungitivas y terribles, que les hacia estremecer las carnes y que les parecía que ya estaban en el divino juicio. La voz, pues, en gran manera en universal encarecida, declaróles cuál era o qué contenía en sí aquella voz:
"Esta voz, dijo él, que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbres aquellos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador,sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
"¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo".
Finalmente, de tal manera explicó la voz que antes había muy encarecido, que los dejó atónitos, a muchos como fuera de sentido, a otros más empedernidos y algunos algo compungidos, pero a ninguno, a lo que yo después entendí, convertido.
Concluido su sermón, bájase del púlpito con la cabeza no muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar temor, así como no lo tenía, ni se daba mucho por desagradar los oyentes, haciendo y diciendo lo que, según Dios, convenir le parecía;con su compañero vase a su casa pajiza, donde, por ventura, no tenían que comer, sino caldo de berzas sin aceite, como algunas veces les acaecía. El salido, queda la iglesia llena de murmuro, que, según, yo creo, apenas dejaron acabar la misa. Puédese bien juzgar que no se leyó lección de menosprecio del mundo a las mesas de todos aquel día.
Consecuencias del sermón.
En acabando de comer, que no debiera ser muy gustosa la comida, júntase toda la ciudad en casa del Almirante, segundo en esta dignidad y real oficio, don Diego Colon, hijo del primero que descubrió estas Indias, en especial los oficiales del rey, tesorero y contador, factor y veedor, y acuerdan de ir a reprehender y asombrar al predicador y a los demás, si no lo castigaban como a hombre escandaloso, sembrador de doctrina nueva, nunca oída, condenando a todos, y que había dicho contra el rey e su señorío que tenía en estas Indias, afirmando que no podían tener los indios, dándoselos el rey, y éstas eran cosas gravísimas e irremisibles.
Llaman a la portería, abre el portero, dícenle que llame al vicario, y a aquel fraile, que había predicado tan grandes desvaríos sale solo el vicario, venerable padre, fray Pedro de Córdoba, dícenle con más imperio que humildad que haga llamar al que había predicado. Responde, como era prudentísimo, que no había necesidad: que si su señoría y mercedes mandaban algo, que él era prelado de aquellos religiosos y él respondería. Porfían mucho con el que lo hiciese llamar; él, con gran prudencia y autoridad con palabras muy modestas y graves, como era su costumbre hablar,se excusaba y evadía. Finalmente, porque lo había dotado la divina Providencia, entre otras virtudes naturales y exquisitas era de persona tan venerable y tan religiosa, que mostraba con su presencia ser de toda reverencia digno; viendo el Almirante y los demás que por razones y palabras de mucha autoridad el padre vicario no se persuadía, comenzaron a blandear humillándose y ruéganle que lo mande llamar, porque, él presente, les quieren hablar y preguntalles cómo y en qué se fundaban para determinarse a predicar una cosa tan nueva y tan perjudicial en deservicio del rey y daño de todos los vecinos de aquella ciudad y de toda esta isla.
Viendo el sancto varón que llevaban otro camino e iban templando el brío con que habían venido, mandó llamar al dicho padre Fray Antón Montesino, el cual maldito el miedo con que vino. Sentados todos, propone primero el Almirante por si y por todos su querella, diciendo que cómo aquel padre había sido osado a predicar cosas en tan gran deservicio del rey e daño de toda aquella tierra, afirmando que no podían tener los indios, dándoselos el rey, que era señor de todas estas Indias, en especial habiendo ganado los españoles aquellas islas con muchos trabajos y sojuzgado los infieles que las tenían; y porque aquel sermón había sido tan escandaloso y en tan gran deservicio del rey e perjudicial a todos los vecinos desta isla, que determinasen que aquel padre se desdijese de todo lo que había dicho; donde no, que ellos entendían poner el remedio que conviniese.
El padre vicario respondió que lo que había predicado aquel padre había sido de parecer, voluntad y consentimiento suyo y de todos, después de muy buen mirado y conferido entre ellos y con mucho consejo y madura deliberación se habían determinado que se predicase como verdad evangélica y cosa necesaria a la verdad evangélica y cosa necesaria a la salvación de todos los españoles y los indios desta isla, que vian perecer cada día, sin tener dellos más cuidado que si fueran bestias del campo; a lo cual eran obligados de precepto divino por la profesión que habían hecho en el bautismo, primero de cristianos y después de ser frailes predicadores de la verdad en lo cual no entendían deservir al rey, que acá los había enviado a predicar lo que sintiesen que debían predicar necesario a las ánimas, sino serville con toda fidelidad, y que tenían por cierto que, dizque Su Alteza fuese bien informado de lo que acá pasaba y lo que sobre ello habían ellos predicado, se tenía por bien servido y les daría las gracias.
Poco aprovechó la habla y razones della, que el sancto varón dio en justificación del sermón, para satisfacellos y aplacallos del alteración que habían rescebido en oir que no podían tener los indios, como los tenían tiranizados, porque no era camino aquello para que su codicia se hartase; porque, quitados los indios, de todos sus deseos y sospiros quedaban defraudados, y así, cada uno de los que allí estaban, mayormente los principales, decía, ende rezado al propósito, lo que se le antojaba. Convenían todos en que aquel padre se desdijese el domingo siguiente de lo que había predicado, y llegaron a tanta ceguedad, que les dijeron, si no lo hacían, que aparejasen sus pajuelas para se ir a embarcar e ir a España. Respondió el padre vicario: "Por cierto, señores, en eso podremos tener harto de poco trabajo".
Y así era, cierto, porque sus alhajas no eran sino los hábitos de jerga muy basta que tenían vestidos, y unas mantas de la misma jerga con que se cobrían de noche; las camas eran unas varas puestas sobre unas horquetas que llaman cadalechos, y sobre ellas unos manojos de paja; lo que tocaba al recaudo de la misa y algunos librillos, que pudiera quizá caber todo en dos arcas.
Viendo en cuán poco tenían los siervos de Dios todas las especies que les ponían delante de amenazas, tornaron a blandear como rogándoles que tornasen a mirar en ello, y que bien mirado en otro sermón lo que se había dicho se moderase para satisface; al pueblo, que había sido y estaba en grande manera escandalizado. Finalmente, insistiendo mucho en que para el primer sermón lo predicado se moderase y satisficiese al pueblo, concedieron los padres, por despedirse ya dellos y dar fin a sus frívolas importunidades, que fuese así en buena hora, que el mismo padre fray Anton Montesino tornaría el domingo siguiente a predicar y tornaría a la materia y diría, sobre lo que había predicado lo que mejor le pareciese y, en cuanto pudiese, trabajaría de los satisfacer, y todo lo dicho declarárselo. Esto así concertado, fuéronse alegres con esta esperanza.
3. El segundo sermón.
Publicaron ellos luego, o dellos algunos que dejaban concertado con el vicario y con los demás, que el domingo siguiente de todo lo dicho se había de desdecir aquel fraile; y para oir aqueste sermón segundo, no fue menester convidallos porque no quedó persona en toda la ciudad que en la iglesia no se hallase, unos a otros convidándose que se fuesen a oir aquel fraile, que se había de desdecir de todo lo que había dicho el domingo pasado.
Llegado la hora del sermón, subido en el púlpito, el tema que para fundamento de su retractación y desdecimiento se halló, fue una sentencia del Sancto Job, en el cap. 36, que comienza:
Repetam scientiam meam a principio et sermones meos sine mendatio esse probabo; "Tornaré a referir desde su principio mi sciencia y verdad, que el domingo pasado os prediqué y aquellas mis palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas".
Oído este su tema, ya vieron luego los más avisados, adónde iba a parar, y fue harto sufrimiento dejalle de allí pasar. Comenzó a fundar su sermón y a referir todo lo que en el sermón pasado había predicado y a corroborar con más razones y auctoridades lo que afirmó de tener injusta y tiránicamente aquellas gentes opresas y fatigadas, tornando a repetir su sciencia, que tuviesen por cierto no poderse salvar en aquel estado; por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que a hombres dellos nos confesaran, mas que a los que andaban salteando, y aquello publicasen y escribiensen a quien quisiesen a Castilla; en todo lo cual tenían por cierto que servían a Dios y no chico servicio hacían al rey.
Acabado su sermón, fuese a su casa, y todo el pueblo en la iglesia quedó alborotado, gruñendo y muy peor que de antes indignado contra los frailes, hallándose, de la vana e inicua esperanza que tuvieron que se había de retractar de lo dicho, defraudados, como si ya que el fraile se desdijera, la ley de Dios, contra la cual ellos hacían en oprimir y extirpar estas gentes, mudara.
Peligrosa cosa es y digna de llorar mucho de los hombres que están en pecados, mayormente los que con robos y daños de sus prójimos han subido a mayor estado del que nunca tuvieron, porque más duro les parece, y aún lo es, decaer del, que echarse de grandes barrancos abajo; yo añado que es imposible dejallos por vía humana, si Dios no hace grande milagro; de aquí es tener por muy áspero y abominable oirse reprehender en los púlpitos, porque mientras no lo oyen, paréceles que Dios está descuidado y que la ley divina es revocada, porque los predicadores callan. Desta insensibilidad, peligro y obstinación y malicia, más que en otra parte del mundo, ni género de gente consumada, tenemos ejemplos sin número y experiencia ocular en estas nuestras Indias padecer cada día la gente de nuestra España.
Tornando al propósito, salidos de la iglesia furibundos y idos a comer, tuvieron la comida no muy sabrosa, sino, según que yo creo, más que amarga. No curan más de los frailes, porque ya tenían entendido que hablar en esto con ellos les aprovecha nada. Acuerdan, en efecto, escrebillo al Rey y en las primeras naos, cómo aquellos frailes que a esta isla habían venido, habían escandalizado al mundo sembrando doctrina nueva, condenándolos a todos para el infierno, porque tenían los indios y se servían dellos en las minas y los otros trabajos, contra lo que Su Alteza tenía ordenado; y que no era otra cosa su predicación, sino quitalle el señorío y las rentas que tenían en estas partes.
Estas cartas, llegadas a la corte, toda la alborotaron; escribe el Rey y envió a llamar al provincial de Castilla, que era el perlado de los que acá estaban, porque aún no era esto provincia, por si quejándose de sus frailes que acá había enviado, que le habían mucho deservido en predicar cosas contra su estado y con alboroto y escándalo de toda la tierra, grande; que luego lo remediase, si no, que él lo mandara remediar.
Veis aquí cuán fáciles son los reyes de engañar y cuán infelices se hacen los reinos por información de los malos y cómo se oprime y entierra que no suene ni respire la verdad.

Fray Ramón Pané


Yo, fray Ramón, pobre ermitaño de la Orden de San jerónimo, por mandato del ilustre señor Almirante y virrey y gobernador de las Islas y de la tierra Firme de las Indias, escribo lo que he podido aprender y saber de las creencias e idolatrías de los indios, y de cómo veneran a sus dioses. De lo cual ahora trataré en la presente relación.





Cada uno, al adorar los ídolos que tienen en casa, llamdos por ellos cemíes, observa un particularmodo y superstición. Creen que está en el cielo y es inmortal y que nadie puede verlo y que tiene madre, mas no tiene principio y a éste llaman Yúcahu Bagua Maórocoti y a su madre llaman Atabey, Yermao, Guacar, Apito y Zuimaco, que son cinco nombre. Estos de los que escribo son de la isla Española; porque de las otras islas no sé cosa alguna porno habaerlas visto jamás. Saben asimismo de qué parte vinieron y de donde tuvieron origen el sol y la luna y cómo se hizo el mar y adónde van los murtos. Y creen que los muertos se les aparecen por los cminos cuando alguno va solo; porque, cuando van muchos juntos, no se les aparecen. Todo esto les han hecho creer sus antepasados; porque ellos no saben leer, ni contar sino hasta diez.
CAPÍTULO I De qué parte han venido los indios y en qué modo
La Española tiene una provincia llamada Canonao en la que está una montaña que se llama Cauta que tiene dos cuevas nombradas Cacibajagua una y Amayaúna la otra. De Cacibajagua saló la mayor parte de la gente que pobló la isla. Esta gente eestando en aquellas cuevas, hacía guardia de noche y se había encomendado este cuidado a uno que se llamaba Mácocael, el cual, porque un día tardó en volver a la puerta, dicen que se lo llevó el Sol. Visto, pues, que el Sol se había llevado a éste por su mala guardia, le cerraron la puerta; y así fue transformado en piedra cerca de la puerta. Después dicen que otros, habiendo ido a pescar, fueron presos por el Sol y se convirtieron en árboles que ellos llaman jobos y de otromodo se llaman mirobálanos. El motivo por el cual Mácocael velaba y hacía la guardia era para ver a qué parte ñmandaría o repartiría la gente y parece que se tardó para sumayor mal.
CAPÍTULO II Cómo se separaron los hombres de la mujeres
Sucedió que uno, que tenía por nombre Guahayona, dijo a otro que se llamaba Yahubaba que fuese a coger una hierba llamada digo con la que se limpian el cuerpo cuando van a lavarse. Este salió antes de amanecer y le cogió el Sol por el camino, y se convirtió en pájaro que canta por la mañana como el ruiseñor y se llama yahubabayael. Guahayona, viendo que no volvía el que había enviado a recoger el digo, resolvió salir de la dicha cueva Cacibajagua.
CAPÍTULO III Que Guahayona, indignado, resolvió marcharse, viendo que no volvían aquellos que había mandado a recoger el digo para lavarse
Y dijo a las mujeres: "Dejad a vuestros maridos, y vámonos a otras tierras y llevemos mucho güeyo. Dejad a vuestros hijos y llevemos solamente la hierba con nosotros que después volveremos por ellos".
CAPÍTULO IV Guahayona partió con todas las mujeres
Guahayona partió con todas las mujeres y se fue en busca de otros países y llegó a Matininó, donde en seguida dejó a las mujeres y se fue a otra región llamada Guanín; y había dejado a los niños pequeños junto a un arroyo. Después cuando el habre comenzó a molestarles, dicen que lloraban y llamaban a sus madres que se habían ido; y los pdres no podían dar remedio a los hijos que llamaban con hambre a las madres diciendo "mama" para hablar, pero verdaderamente para pedir la teta. Y llorando así y pidiendo teta diciendo "toa, toa" como quien pide una cosa con gran deseo y muy despacio, fueron transformados en pequeños animales a maanera de ranas, que se llaman tona, por la petición que hacían de la teta. Y de esta manera quedaron todos los hombers sin mujeres.
CAPÍTULO V Que después hubo mujeres otra vez en la dicha isla Española que antes se llamaba Haití y así la llaman los habitantes de ella; y aquella y las otras islas las llamaban Bohío
Y puesto que ellos no tienen escritura ni letras no pueden dar buena cuenta de cómo han oído esto de sus antepasados y por eso no concuerdan en lo que dicen, ni aun se puede escribir ordenadamente lo que refieren. Cuando se marchó Guahayona, el que se llebó todas las mujeres, asimismo se llevó las mujeres de su cacique que se llamaba Anacacuya, engañándolo como engañó a los otros. Y además un cuñado de Guahayona, Anacacuya, que se iba con él entró en el mar; y dijo dicho Guahayona a su cuñado, estando en la canoa: "Mira qué hermoso cobo han en el agua", lo cual cobo es el caracol de mar. Y cuando éste miraba el agua para ver el cobo, su cuñado Guahayona lo tomó por los pies y lo tiró al mar; y así tomó todas las mujeres para sí, y las dejó en Matininó, donde se dice que hhoy día no hay más que mujeres. Y él se fue a otra isla, que se llama Guanin y se llamó así por lo que se llegó de ella, cuando fue allá.
CAPÍTULO VI Que Guahayona volvió a la dicha Cauta de donde había sacado las mujeres
Dicen que estando Guahayona en la tierra adonde había ido, vio que había dejado en el mar una mujer, de lo cual tuvo gran placer y al instante buscó muchos lavatorios para lavarse, por estar lleno de aquellas llagas que nosotros llamamos mal francés.(6) Ella le puso entonces en una guanara, que quiere decir lugar apartado y así estando allí sanó de sus llagas. Después le pidió licencia para seguir su camino y él se la dio. Llamábase esta mujer Guabonito. Y Guahayona se cambio elnombre llamándose de ahí en adelante Albeborael Guahayona. Y la mujer Guabonito le dio a Albeborael Guahayona muchos guanines y muchas cibas para que las llevase atadas a los brazos, pues en aquellas tierras las cibas son de piedras que se asemejan mucho al mármol y las llevan atadas a los brazos y al cuello, y los guanines los llevan en las orejas, haciéndose agujeros cuando son pequeños y son de metal casi como de florín. El origen de estos guanines dicen que fueron Guabonito, Albeborael Guahayona y el padre de Albeborael. Guahayona se quedó en la tierra con su padre, que se llamaba Hiauna. Su hijo por parte de padre se llamaba Híaguaili guanín, que quiere decir hijo de Hiauna; y desde entonces se llamó guanín y así se llama hoy día. y como no tienen letras ni escrituras, no saben contar buen tales fábulas, ni yo puedo escribirlas bien. Por lo cual creo que pongo primero lo que debiera ser último y lo último primero. pero todo lo que escribo así lo narran ellos, como lo escribo y así lo pongo como lo he entendido de los del país.
CAPÍTULO VII Cómo hubo de nuevo mujeres en la dicha isla de Haití que ahora se llama la Española
Dicen que un día fueron a lavarse los hombres y estando en el agua, llovía mucho, y que estaban muy deseosos de tener mujeres; y que muchas veces cuando llovía, habían ido a buscar las huellas de sus mujeres; mas no pudieron encontrar alguna nueva de ellas. Pero aquel día, lavándose, dicen que vieron caer de algunos árboles, bajándose por entre las ramas, una cierta forma de personas, queno eran hombres ni mujeres, ni tenían sexo de varón ni de hembra. Y fueron a tomarlas pero huyeron como si fuesen anguilas. Por lo cual llamaron a dos o tres hombres por mandato de su cacique, puesto que ellos no podían atraparlas para que viesen cuántas eran y buscasen para cada una un hombre que fuese caracaracol, porque tenían las manos ásperas y que así estrechamente las sujetasen. Dijeron al cacique que eran cuatro y así llevaron cuatro hombres que eran caracaracoles. El cual caracaracol es una enfermedad como sarna que hace al cuerpo muy áspero. Después que las hubieron tomado, tuvieron consejo sobre cómo podían hacer que fuesen mujeres, puesto que no tenían sexo de varon ni de hembra.
CAPÍTULO VIII Cómo hallaron remedio para que fuesen mujeres
Buscaron un pájaro que se llama intiri, antiguamente llamado inriri cahubabayael, el cual agujera los árboles y en nuestra lengua llámase pico. E ugualmente tomaron a aquellas mujeres sin sexo de varón ni de hembra les ataron los pies y las manos y trajeron el pájaro mencionado y se lo ataron al cuerpo. Y éste creyendo que eran maderos, comenzó la obra que acostumbraba picando y agujereando en el lugar donde ordinariamente suele estar el sexo de las mujeres. Y de este modo dicen los indios que tuvieron mujeres, según cuentan los más viejos. Puesto que escribií de prisa y no tenía papel bastnte, no puedo poner en su lugar lo que por error trasladé a otro; pero con todo y eso no he errado porque ellos lo creen todo tal como lo he escito. Bolbamos ahora a lo que debíamos haber puesto primero, esto es, a la opinión que tienen sobre el origen y principio del mar.
CAPÍTULO IX Cómo dicen que fue hecho el mar
Hubo un hombre llamado Yaya, del que no saben el nombre; y su hijo se llamaba Yayael, que quiere decir hijo de Yaya. El cual Yayael, queriendo matar a su padre, éste lo desterró y así estuvo desterrado cuatro meses; y después su padre lo mató y puso los huesos en una calabaza y la colgó del techo de su casa, donde estuvo colgada algún tiempo. Sucedió que un día, con deseo de ver a su hijo, Yaya dijo a su mujer: "Quiero ver a nuestro hijo Yayael". Y ella se alegró y bajando la calabaza, la volcó para ver los huesos de su hijo. De la cual salieron muchos peces grandes y chicos. De donde, viendo que aquellos huesos se habían transformado en peces, resolvieron comerlos. Dicen, pues, que un día, habiendo ido Yaya a sus conucos que quiere decir posesiones que eran de su herencia, llegaron cuatro hijos de una mujer que se llamaba Itibaa Cahubaba, todos de un vientre y gemelos; la cual mujer, habiendo muerto de parto la abrieron y sacaron fuera los cuatro dichos hijos y el primero que sacaron era caracaracol, que quiere decir sarnoso, el cual caracaracol tuvo por nombre Deminán; los otros no tenían nombre.
CAPÍTULO X Cómo los cuatro hijos gemelos de Itiba Cahubaba que murió de parto, fueron juntos a recoger la calabaza de Yaya donde estaba su hijo Yayael que se había transformado en peces
Y mientras comían, sintieron que venía Yaya de sus posesiones y queriendo en aquel apuro colgar la calabaza, no la colgaron bien, de modo que cayó en tierra y se rompió. Dicen que fue tanta el agua que salió de aquella calabaza, que llenó toda la tierra y con ella salieron muchos peces; y de aquí dicen que haya tenido origen el mar. Partieron después éstos de allí y encontraron un hombre llamado Conel, el cual era mudo.
CAPÍTULO XI De las cosas que pasaron los cuatro hermanos cuando iban huyendo de Yaya
Éstos, tan pronto como llegaron a la puerta de Bayamanaco y notaron que llevaba cazabe, dijeron: Ahiacabo guárocoel, que quiere decir: "Conozcamos a este nuestro abuelo". Del mismo modo Deminán Caracaracol, viendo delante de sí a sus hermanos, entró para ver si podía conseguir algún cazabe, el cual cazabe es el pan que se come en el país. Caracaracol, entrando en casa de Bayamanaco, le pidió cazabe, que es el pan susodicho. y éste se puso la mano en la nariz y le tiró un guanguayo a la espalda; el cual guanguayo estaba lleno de cohoba que había hecho hacer aquel día; la cual cohoba es un cierto polvo que ellos toman a veces para purgarse y para otros efectos que después se dirán. Ésta la toman con una caña de medio brazo de largo y ponen un extremo en la nariz y el otro en el polvo; así lo aspiran por la nariz y esto les hace purgar grandemente. Y así les dio por pan aquel guanguayo, en vez del pan que hacía; y se fue muy indignado porque se lo pedían... Caracaracol, después de esto, volvió junto a sus hermanos y les contó lo que le había sucedido con Bayamanacoel y del golpe que le había dado con el guanguayo en la espalda y que le dolía fuertemente. entonces sus hermanos le miraron la espalda y vieron que la tenía muy hinchada; y creció tanto aquella hinchazón, que estuvo a punto de morir. Entonces procuraron cortarla y no pudieron; y tomando un hacha de piedra se la abrieron y salió una tortuga viva, hembra; y así se fabricaron su casa y criaron la tortuga. De esto no he sabido más; y poco ayuda lo que llevo escrito. Y también dicen que el Sol y la Luna salieron de una cueva, que está en el país de un cacique llamado Mautiatihuel, la cual cueva se llama Iguanaboína, y ellos la tienen en mucha estimación y la tienen toda pintada a su modo, sin figura alguna, con muchos follajes y otras cosas semejantes. y en dicha cueva había dos cemíes hechos de piedra, pequeños, del tamaño de medio brazo, con las manos atadas y parecía que sudaban. Los cuales cemíes estimaban mucho; y cuando no llovía, dicen que entraban allí a visitarlos y en seguida llovía. Y de dichos cemíes, al uno le llamaban Boínayel y al otro Márohu.
CAPÍTULO XII De lo que piensan acerca de andar vagando los muertos y de qué manera son y qué cosa hacen
Creen que hay un lugar al que van los muertos, que se llama Coaybay y se encuentra a un lado de la isla que se llama Soraya. El primero que estuvo en Coaybay dicen que fue uno que se llamaba Maquetaurie Guayaba, que era señor del dicho Coaybay, casa y habitación de los muertos.
CAPÍTULO XIII De la forma que dicen tener los muertos
Dicen que durante el día están recluidos y por la noche salen a pasearse y que comen de un cierto fruto que se llama guayaba, que tiene sabor de membrillo, que de día son... y por la noche se convertían en fruta; y que hacen fiesta y van juntos con los vivos. Y para conocerlos observan esta regla: que con la mano les tocan el vientre y si no les encuentran el ombligo, dicen que es operito, que quiere decir muerto: por esto dicen que los muertos no tienen ombligo. Y así quedan engañados algunas veces, que no reparan en esto y yacen con alguna mujer de las de Coaybay y cuando piensan tenerlas en los brazos, no tienen nada, porque desaparecen en un instante. Esto lo creen hasta hoy. Estando viva la persona, llaman al espíritu goeíza y después de muerta, la llaman opía; la cual goeíza dicen que se les aparece muchas veces tanto en forma de hombre como de mujer; y dicen que ha habido hombre que ha querido combatir con ella y que viniendo a las manos, desaparecía y que el hombre metía los brazos en otra parte sobre algunos árboles, de los cuales quedaba colgado. Y esto lo creen todos en general, tanto chicos como grandes; y que se les aparece en forma de padre, madre, hermanos o parientes y en otras formas. El fruto del cual dicen que comen los muertos es del tamaño de un membrillo. Y los sobredichos muertos no se les aparecen de día, sino siempre de noche; y por eso con gran miedo se atreve alguno a andar solo de noche.
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CAPÍTULO XXV bis Cómo partimos para ir al país de dicho Mabiatué, esto es, yo, fray Ramón Pané, pobre ermitaño, fray Juan de Borgoña, de la orden de San Francisco y Juan Mateo, el primero que recibió el agua del santo bautismo en la isla Española
Al segundo día que partimos del pueblo y residencia de Guarionex para ir a otro cacique llamado Mabiatué, la gente de Guarionex edificaba una casa junto al adoratorio, en el cual dejamos algunas imágenes ante las cuales se arrodillasen y orasen y se consolasen los catecúmenos, que eran la madre, los hermanos y los parientes del mencionado Juan Mateo, el primero cristiano a los que se juntaron otros siete; y después todos los de su casa se hicieron cristianos y perseveraron en su buen propósito según nuestra fe. De modo que toda la referida familia quedaba para guardar dicho adoratorio y algunas heredades que yo había labrado o hecho labrar. Y habiendo quedado aquellos en custodia de dicho adoratorio, al segundo día después de que hubimos partido para ir al sobredicho Mabiatué, fueron seis hombres al adoratorio, que dichos catecúmenos, en número de siete, tenían bajo su custodia y por mandato de Guarionex les dijeron que tomasen aquellas imágenes que fray Ramón había dejado al cuidado de los sobredichos catecúmenos, las destrozasen y rompiesen, pues fray Ramón y sus compañeros se habían marchado y no sabrían quien lo había hecho. porque los seis criados de Guarionex que fueron allí, encontraron a los seis muchachos que custodiaban el oratorio, temiendo lo que después sucedió. Y los muchachos, así adoctrinados, dijeron que no querían que entrasen; mas ellos entraron a la fuerza y tomaron las imágenes y se las llevaron.
CAPÍTULO XXVI De lo que sucedió con las imágenes y del milagro que hizo Dios para mostrar su poder
Salidos aquellos del adoratorio, tiraron las imágenes al suelo y las cubrieron de tierra y después orinaron encima, diciendo: "Ahora serán buenos y grandes tus frutos". Y esto porque las enterraron en un campo de labranza, diciendo que sería bueno el fruto que allí se había plantado; y todo esto por vituperio. Lo cual visto por los muchachos que guardaban el adoratorio, por orden de los susodichos catecúmenos, corrieron a sus mayores, que estaban en sus heredades y les dijeron que la gente de Guarionex había destrozado y escarnecido las imágenes. Lo cual sabido de ellos, dejaron lo que hacían y corrieron gritando a darle conocimiento a don Bartolomé Colón, que tenía aquel gobierno por el Almirante su hermano, que se había ido a Castilla. Éste, como lugarteniente del virrey y gobernador de las islas, formó proceso contra los malhechores y sabida la verdad, los hizo quemar públicamente. pero con todo esto, Guarionex y sus vasallos no se apartaron del mal propósito que tenían de matar a los cristianos en el día designado para llevarles el tributo de oro que pagaban. pero su conjuración fue descubierta y así fueron presos aquel mismo día que querían llevarla a efecto. y no obstante todo esto, perseveraron en su perverso propósito y poniéndolo por obra mataron a cuatro hombres y a Juan Mateo principal cristiano y a su hermano Antón, que había recibido el santo bautismo. y corrieron adonde habían escondido las imágenes y las hicieron pedazos. Pasados algunos días, el señor de aquel campo fue a sacar los ajes, los cuales ajes son ciertas raíces semejantes a nabos y otras parecidas a rábanos y en el lugar donde habían estado enterradas las imágenes, habían nacido dos o tres ajes, como si hubiesen puesto el uno por medio del otro, en forma de cruz. No era posible que nadie encontrase tal cruz y sin embargo la halló la madre de Guarionex, que es la pero mujer que he conocido en aquellas partes, la cual tuvo esto por gran milagro y dijo al alcaide de la fortaleza de la Concepción: "Este milagro ha sido mostrado por Dios donde fueron halladas las imágenes. Dios sabe por qué." Digamos ahora cómo se hicieron cristianos los primeros que recibieron el santo bautismo y lo que es necesario hacer para que se hagan todos cristianos. Y verdaderamente que la isla tiene gran necesidad de gente para castigar a los señores cuando son merecedores de ello [y] dar a conocer a aquellos pueblos las cosas de la santa fe católica y adoctrinarlos en ella; porque no pueden y no saben oponerse. Y yo puedo decirlo con verdad, pues me he fatigado para saber todo esto y estoy cierto de que se habrá comprendido por lo que hasta ahora hemos dicho; y a buen entendedor, bastan pocas palabras. Los primeros cristianos en la isla Española fueron, pues, los que arriba hemos dicho, a saber, Naboría, en cuya casa había diecisiete personas, que todas se hicieron cristianas, con darles sólo a conocer que hay un Dios, que ha hecho todas las cosas, y creó el cielo y la tierra, sin que otra cosa se discutiese ni se les diese a entender, porque eran propensos a creer fácilmente. Pero con los otros hay necesidad de fuerza y de ingenio, porque no todos somos de una misma naturaleza. Como aquellos tuvieron buen principio y mejor fin, habrá otros que comenzarán bien y se reirán después de los que se les ha enseñado; con los cuales hay necesidad de fuerza y castigo. El primero que recibió el santo bautismo en la isla Española fue Juan Mateo, el cual se bautizó el día del evangelista San mateo el año 1496 y después toda su casa, en la que hubo muchos cristianos. Y más adelante se iría, si hubiese quien los adoctrinase y les enseñase la santa fe católica y gente que los refrenase. Y si alguien me preguntase por qué yo creo tan fácil este negocio, diré que lo he visto por experiencia y especialmente en un cacique principal llamado Mahubiatíbire, el cual hace ya tres años que continúa con buena voluntad, diciendo que quiere ser cristiano y que no quiere tener más que una mujer, aunque suelen tener dos o tres y los principales diez, quince y veinte. Esto es lo que yo he podido saber y entender acerca de las costumbres y los ritos de los indios de la Española, por la diligencia que en ello he puesto. En lo cual no pretendo ninguna utilidad espiritual ni temporal. Plegue a Nuestro Señor, si esto redunda en beneficio y servicio suyo, darme gracia para poder perseverar; y si ha de ser de otra manera, que me quite el entendimiento
Fin de la obra del pobre ermitaño Ramón Pané

Carta de Colón anunciando el descubrimiento


La Carta de Colón anunciando el descubrimiento



Señor, porque sé que habréis placer de la gran victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, vos escribo ésta, por la cual sabréis como en 33 días pasé de las islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina nuestros señores me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente sin número; y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho.
A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador [isla Watling] a comemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción [Cayo Rum]; a la tercera Fernandina [Isla Long]; a la cuarta la Isabela [Isla Crooked]; a la quinta la isla Juana [Cuba], y así a cada una nombre nuevo.
Cuando yo llegué a la Juana, seguí yo la costa de ella al poniente, y la hallé tan grande que pensé que sería tierra firme, la provincia de Catayo. Y como no hallé así villas y lugares en la costa de la mar, salvo pequeñas poblaciones, con la gente de las cuales no podía haber habla, porque luego huían todos, andaba yo adelante por el dicho camino, pensando de no errar grandes ciudades o villas; y, al cabo de muchas leguas, visto que no había innovación, y que la costa me llevaba al setentrión, de adonde mi voluntad era contraria, porque el invierno era ya encarnado, y yo tenía propósito de hacer de él al austro, y también el viento me dio adelante, determiné de no aguardar otro tiempo, y volví atrás hasta un señalado puerto, de adonde envié dos hombres por la tierra, para saber si había rey o grandes ciudades. Anduvieron tres jornadas, y hallaron infinitas poblaciones pequeñas y gente sin número, mas no cosa de regimiento; por lo cual se volvieron.
Yo entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, como continuamente esta tierra era isla, y así seguí la costa de ella al oriente ciento y siete leguas hasta donde hacía fin. Del cual cabo vi otra isla al oriente, distante de esta diez y ocho leguas, a la cual luego puse nombre la Española y fui allí, y seguí la parte del setentrión, así como de la Juana al oriente, 188 grandes leguas por línea recta; la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo. En ella hay muchos puertos en la costa de la mar, sin comparación de otros que yo sepa en cristianos, y hartos ríos y buenos y grandes, que es maravilla. Las tierras de ella son altas, y en ella muy muchas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Tenerife; todas hermosísimas, de mil fechuras, y todas andables, y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parece que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo puedo comprehender, que los ví tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España, y de ellos estaban floridos, de ellos con fruto, y de ellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaricos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o ocho maneras, que es admiración verlas, por la deformidad hermosa de ellas, mas así como los otros árboles y frutos e hierbas. En ella hay pinares a maravilla y hay campiñas grandísimas, y hay miel, y de muchas maneras de aves, y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales, y hay gente en estimable número. La Española es maravilla; las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes, y buenas aguas, los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutos e hierbas hay grandes diferencias de aquellas de la Juana. En ésta hay muchas especierías, y grandes minas de oro y do otros metales.
La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona con ello, y muestran tanto amor que darían los corazones, y, quieren sea cosa de valor, quien sea de poco precio, luego por cualquiera cosica, de cualquiera manera que sea que se le dé, por ello se van contentos. Yo defendí que no se les diesen cosas tan civiles como pedazos de escudillas rotas, y pedazos de vidrio roto, y cabos de agujetas aunque, cuando ellos esto podían llegar, les parecía haber la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una agujeta, de oro peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras cosas que muy menos valían, mucho más; ya por blancas nuevas daban por ellas todo cuanto tenían, aunque fuesen dos ni tres castellanos de oro, o una arroba o dos de algodón filado. Hasta los pedazos de los arcos rotos, de las pipas tomaban, y daban lo que tenían como bestias; así que me pareció mal, y yo lo defendí, y daba yo graciosas mil cosas buenas, que yo llevaba, porque tomen amor, y allende de esto se hagan cristianos, y se inclinen al amor y servicio de Sus Altezas y de toda la nación castellana, y procuren de ayuntar y nos dar de las cosas que tienen en abundancia, que nos son necesarias. Y no conocían ninguna seta ni idolatría salvo que todos creen que las fuerzas y el bien es en el cielo, y creían muy firme que yo con estos navíos y gente venía del cielo, y en tal catamiento me recibían en todo cabo, después de haber perdido el miedo. Y esto no procede porque sean ignorantes, y salvo de muy sutil ingenio y hombres que navegan todas aquellas mares, que es maravilla la buena cuenta que ellos dan que de todo; salvo porque nunca vieron gente vestida ni semejantes navíos.
Y luego que llegué a Indias, en la primera isla que hallé tomé por fuerza algunos de ellos, para que deprendiesen y me diesen noticia de lo que había en aquellas partes, así fue que luego entendieron, y nos a ellos, cuando por lengua o señas; y estos han aprovechado mucho. Hoy en día los traigo que siempre están de propósito que vengo del cielo, por mucha conversación que hayan habido conmigo; y éstos eran los primeros a pronunciarlo adonde yo llegaba, y los otros andaban corriendo de casa en casa y a las villas cercanas con voces altas: venid, venid a ver la gente del cielo; así, todos, hombres como mujeres, después de haber el corazón seguro de nos, venían que no quedaban grande ni pequeño, y todos traían algo de comer y de beber, que daban con un amor maravilloso. Ellos tienen en todas las islas muy muchas canoas, a manera de fustas de remo, de ellas mayores, de ellas menores; y algunas son mayores que una fusta de diez y ocho bancos. No son tan anchas, porque son de un solo madero; mas una fusta no terná con ellas al remo, porque van que no es cosa de creer. Y con éstas navegan todas aquellas islas que son innumerables, y tratan sus mercaderías. Alguna de estas canoas he visto con 70 y 80 hombres en ella, y cada uno con su remo.
En todas estas islas no vi mucha diversidad de la hechura de la gente, ni en las costumbres ni en la lengua; salvo que todos se entienden, que es cosa muy singular para lo que espero que determinaran Sus Altezas para la conversión de ellos a nuestra santa fe, a la cual son muy dispuestos.
Ya dije como yo había andado 107 leguas por la costa de la mar por la derecha línea de occidente a oriente por la isla de Juana, según el cual camino puedo decir que esta isla es mayor que Inglaterra y Escocia juntas; porque, allende de estas 107 leguas, me quedan de la parte de poniente dos provincias que yo no he andado, la una de las cuales llaman Avan, adonde nace la gente con cola; las cuales provincias no pueden tener en longura menos de 50 o 60 leguas, según pude entender de estos Indios que yo tengo, los cuales saben todas las islas.
Esta otra Española en cierco tiene más que la España toda, desde Colibre, por costa de mar, hasta Fuenterrabía en Viscaya, pues en una cuadra anduve 188 grandes leguas por recta línea de occidente a oriente. Esta es para desear, y vista, para nunca dejar; en la cual, puesto que de todas tenga tomada posesión por Sus Altezas, y todas sean más abastadas de lo que yo sé y puedo decir, y todas las tengo por de Sus Altezas, cual de ellas pueden disponer como y tan cumplidamente como de los reinos de Castilla, en esta Española, en el lugar más convenible y mejor comarca para las minas del oro y de todo trato así de la tierra firme de aquí como de aquella de allá del Gran Can, adonde habrá gran trato y ganancia, he tomado posesión de una villa grande, a la cual puse nombre la villa de Navidad; y en ella he hecho fuerza y fortaleza, que ya a estas horas estará del todo acabada, y he dejado en ella gente que abasta para semejante hecho, con armas y artellarías y vituallas por más de un ano, y fusta, y maestro de la mar en todas artes para hacer otras, y grande amistad con el rey de aquella tierra, en tanto grado, que se preciaba de me llamar y tener por hermano, y, aunque le mudase la voluntad a ofender esta gente, él ni los suyos no saben que sean armas, y andan desnudos, como ya he dicho, y son los más temerosos que hay en el mundo; así que solamente la gente que allá queda es para destruir toda aquella tierra; y es isla sin peligros de sus personas, sabiéndose regir.
En todas estas islas me parece que todos los hombres sean contentos con una mujer, y a su mayoral o rey dan hasta veinte. Las mujeres me parece que trabajan más que los hombres. Ni he podido entender si tienen bienes propios; que me pareció ver que aquello que uno tenía todos hacían parte, en especial de las cosas comederas.
En estas islas hasta aquí no he hallado hombres mostrudos, como muchos pensaban, mas antes es toda gente de muy lindo acatamiento, ni son negros como en Guinea, salvo con sus cabellos correndíos, y no se crían adonde hay ímpeto demasiado de los rayos solares; es verdad que el sol tiene allí gran fuerza, puesto que es distante de la línea equinoccial veinte y seis grados. En estas islas, adonde hay montañas grandes, allí tenía fuerza el frío este invierno; mas ellos lo sufren por la costumbre, y con la ayuda de las viandas que comen con especias muchas y muy calientes en demasía. Así que mostruos no he hallado, ni noticia, salvo de una isla Quaris, la segunda a la entrada de las Indias, que es poblada de una gente que tienen en todas las islas por muy feroces, los cuales comen carne humana. Estos tienen muchas canoas, con las cuales corren todas las islas de India, y roban y toman cuanto pueden; ellos no son más disformes que los otros, salvo que tienen costumbre de traer los cabellos largos como mujeres, y usan arcos y flechas de las mismas armas de cañas, con un palillo al cabo, por defecto de hierro que no tienen. Son feroces entre estos otros pueblos que son en demasiado grado cobardes, mas yo no los tengo en nada más que a los otros. Estos son aquéllos que tratan con las mujeres de Matinino, que es la primera isla, partiendo de España para las Indias, que se halla en la cual no hay hombre ninguno. Ellas no usan ejercicio femenil, salvo arcos y flechas, como los sobredichos, de cañas, y se arman y cobijan con launes de arambre, de que tienen mucho.
Otra isla hay, me aseguran mayor que la Española, en que las personas no tienen ningún cabello. En ésta hay oro sin cuento, y de ésta y de las otras traigo conmigo Indios para testimonio.
En conclusión, a hablar de esto solamente que se ha hecho este viaje, que fue así de corrida, pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto hubieren menester, con muy poquita ayuda que Sus Altezas me darán; ahora, especiería y algodón cuanto Sus Altezas mandarán, y almástiga cuanta mandarán cargar, y de la cual hasta hoy no se ha hallado salvo en Grecia en la isla de Xío, y el Señorío la vende como quiere, y ligunáloe cuanto mandarán cargar, y esclavos cuantos mandarán cargar, y serán de los idólatras; y creo haber hallado ruibarbo y canela, y otras mil cosas de sustancia hallaré, que habrán hallado la gente que yo allá dejo; porque yo no me he detenido ningún cabo, en cuanto el viento me haya dado lugar de navegar; solamente en la villa de Navidad, en cuanto dejé asegurado y bien asentado. Y a la verdad, mucho más hiciera, si los navíos me sirvieran como razón demandaba.
Esto es harto y eterno Dios Nuestro Señor, el cual da a todos aquellos que andan su camino victoria de cosas que parecen imposibles; y ésta señaladamente fue la una; porque, aunque de estas tierras hayan hablado o escrito, todo va por conjectura sin allegar de vista, salvo comprendiendo a tanto, los oyentes los más escuchaban y juzgaban más por habla que por poca cosa de ello. Así que, pues Nuestro Redentor dio esta victoria a nuestros ilustrísimos rey e reina y a sus reinos famosos de tan alta cosa, adonde toda la cristiandad debe tomar alegría y hacer grandes fiestas, y dar gracias solemnes a la Santa Trinidad con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrán, en tornándose tantos pueblos a nuestra santa fe, y después por los bienes temporales; que no solamente la España, mas todos los cristianos ternán aquí refrigerio y ganancia.
Esto, según el hecho, así en breve.
Fecha en la carabela, sobre las islas de Canaria, a 15 de febrero, año 1493.
Hará lo que mandaréis
El almirante.
Después de ésta escrita, y estando en mar de Castilla, salió tanto viento conmigo sul y sueste, que me ha hecho descargar los navíos. Pero corrí aquí en este puerto de Lisboa hoy, que fue la mayor maravilla del mundo, adonde acordé escribir a Sus Altezas. En todas las Indias he siempre hallado los temporales como en mayo; adonde yo fui en 33 días, y volví en 28, salvo que estas tormentas me han detenido 13 días corriendo por este mar. Dicen acá todos los hombres de la mar que jamás hubo tan mal invierno ni tantas pérdidas de naves.
Fecha a 4 días de marzo.
[El original de esta carta de Colón ha desaparecido. Se conservan varias versiones en español, italiano y latín. Nuestra edición electrónica sigue la cuidadosa edición de Lionel Cecil Jane, en su obra Selected Documents Illustrating the four Voyages of Columbus. 2 vols. London: The Hakluyt Society, 1930. Vol. I, 2-19]

Los taínos: procedencia y religión


Los Taínos Procedencia y religión
Religión Humanidades







Creían en múltiples dioses.

El dios principal era Yocajú Bagua Maorocotí (tambien conocido como Yuquiyú, Dios del Bien), quien fue hijo de la diosa Atabey

Atabey también tenía otros nombres como: Yermao Guacar, Apito y Zuimaco.

Se creía que Juracán era el dios malo y destructor

El monte más importante en la cultura taína era la montaña El Yunque donde hacían las ceremonias principales para su dios

Yunque es un nombre derivado del dios principal Yuquiyú.


El mundo taíno estaba dividido en cuatro partes y un centro, que gobernaban respectivamente el sol y su gemelo Guatauba,




ambos hijos del dios Yocahú, creador de las montañas y del fuego.

Coastrique, gemelo nocturno de la muerte, gobernaba las trombas de agua, apareciendo el mito del diluvio que apunta a la influencia continental.

El señor del mundo de los muertos, o del paraíso taíno llamado Coaibai, era Maquetaurie Guayaba, y la Luna era Taicaraya.

En la estructura socio-política, de carácter teocrático-guerrero, el cacique y el bohique representan los poderes sobrenaturales del día y la noche

La palabra cacique, por ejemplo, contiene el morfema ca, de cauni, oro porque el cacique representaba el poder solar del dios del fuego

por su parte, bohique tiene sus raíces en boa, coa, o toa, y en la casa rectangular (el bohío), asociada a la mitad serpiente de la tribu, en su ordenamiento con principio de la dualidad.

Parece probado que el ciclo mitológico del Popol - Vuh ejerció un fuerte influjo en las Antillas.
Sin embargo, el rasgo más característico de la mitología taína fue considerar a los espíritus respecto a los hombres y animales, plantas y seres inanimados.

Este animismo confería al chamán grandes poderes, al ser el único capaz de domeñar a los espíritus.

Para este fin confeccionaban ídolos de algodón, piedra, hueso, concha, etc., que recibían el nombre de cemíes.

Los cemíes tenían poderes sobre el hombre, ya que en ellos residían los espíritus que regulaban las actividades humanas.

. En 1907 Fewkes estudió los ídolos taínos, llegando a la siguiente conclusión:

Los taínos creían en dos seres sobrenaturales llamados cemíes que eran los progenitores de los demás.
Estos dos padres creadores estaban simbolizados por ídolos de piedra, madera o barro, a quienes los indígenas rezaban sus oraciones y en cuya presencia celebraban los ritos para implorar la abundancia de frutos y la dicha de la raza humana.

. Un grupo de estos seres sobrenaturales o cemíes tutelaban y representaban a los antepasados del clan.
El culto de estos ídolos se hallaba supeditado a las familias, y sus imágenes eran guardadas en la casa-templo del cacique.

Ramon Panó, fraile que entre 1494 y 1498 vivió entre los taínos de Santo Domingo, es tajante respecto a las creencias religiosas:

Yocahú (el padre creador) vive en el cielo, es un ser inmortal al que nadie puede ver, y aunque tiene madre no tiene principio. Su madre, diosa sin principio también, tiene varios nombres: Atabex, Yermaoguacar, Apito y Zuimaco.

Oviedo, cuando habla de la pareja divina, dice: El cemí es el señor del mundo, del cielo y la tierra.

Yocahú es la divinidad suprema, hijo y abuelo mítico invisible e intangible como el fuego, como el viento, el sol o la luna.

Los principales rituales taínos escenificaban danzas sagradas llamadas areítos, acompañadas de diversos instrumentos, principalmente tambores.

Entre las plantas más utilizadas estaba el tabaco.

El árbol de cohoba se utilizaba durante una ceremonia religiosa ("ritual de la cohoba") en la cual el cacique, el bohique y los nitaínos se comunicaban con los espíritus.
Popol Vuh
El Popol Vuh o Popol Wuj (en Quiché "Libro del Consejo" o "Libro de la Comunidad"), es una recopilación de varias leyendas del Quiché, un Reino de la civilización Maya al sur de Guatemala
y parte de Centroamérica; más que un sentido histórico tiene valor e importancia en el plano religioso.

Es una narración que trata de explicar o contar de alguna manera el origen del mundo, la civilización y los diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza.

El Popol Vuh se divide en 4 partes:
I. Creación referida
Los Dioses crean el mundo.
Los Dioses crean los primeros seres humanos de madera, estos son imperfectos y carentes de sentimientos.
Los Dioses destruyen los primeros seres humanos los cuales se convierten en monos.
Los Dioses Gemelos Hunahpú e Ixbalanqué destruyen al arrogante Vucub-Caquix; y lluego a Zipacna y Cabracan.


II. Historias de Hunahpú e Ixbalanqué
Xpiyacoc y Xmucane engendran dos hermanos.
HunHunahpu y Xbaquiyalo engendran a los "gemelos mono" HunBatz y HunChouen.
Xibalba mata a los hermanos HunHunahpu y VucubHunahpu.
HunHunahpu y Xquic engendran a los "héroes gemelos" Hunahpú e Ixbalanqué.
Los "Héroes Gemelos" derrotan Xibalba, casa de la penumbra, los cuchillos, el frío, el jaguar, el fuego y los murcielagos.


III. Creación de los hombres de Maiz. Descripción de comunidades
Los primeros cuatro hombres reales son creados: Balam-Quitzé,el segundo Balam-Acab, el tercero Mahucutah y el cuarto Iqui-Balam.
Tribus descendientes. Hablan el mismo lenguaje y viajan a TulanZuiva.
El lenguaje de las tribus se confunde y estas se dispersan.
Tohil es reconocido como un Dios y exige sacrifios humanos.


V. Listado de generaciones
Tohil convence a los señores de la tierra a través de sus sacerdortes pero su dominio destruye el Quiché.
Genealogías de las tribus.


I. Creación del Mundo y los Primeros Intentos por crear a los Hombres

El Popol Vuh relata la inexistencia del mundo hasta que el creador y formador decidió generar la vida. La intención era que sus propias creaciones le pudieran hablar y agradecer por la vida. Primero crearon la Tierra, después los animales y, finalmente, los hombres.

Éstos fueron inicialmente hechos de barro, pero como el intento fracasó, el Gran creador y formador decidió extraerlos de la madera. No obstante, los nuevos hombres eran altivos, vanidosos y frívolos, por lo que el Gran Padre los aniquiló por medio de un diluvio.

Pese a este suceso el creador no desistió y en una última tentativa creó a los hombres a partir de granos de maíz molidos y de los cuerpos de aquellos a cuatro mujeres.
Una vez constituidas otras tantas familias, el creador y formador, temeroso de que a sus criaturas pudiera tentarlas la idea de suplantarlos en sabiduría, disminuyó la vista e inteligencia de los ocho.

Religión Taína I


Religión Taina

Politeísmo. Creían en múltiples dioses.
El dios principal era Yocajú Bagua Maorocotí (también conocido como Yukiyú, Yucajú o Louquo; dios del bien)
fue hijo de la diosa Atabey
Yukajú:
Los antepasados taínos habrían emergido del ombligo de este dios,
y le consideraban como el gran cacique del Turei (cielo); el cual recompensaba a los buenos después de su muerte, haciéndoles disfrutar una vida llena de delicias en una morada de eternos goces,
en el paraíso taíno, llamado Coaibai.
Juracán
Origen del término huracán
Anteriormente se creía que Juracán era el dios malo, puesto que el panteón fue interpretado según la creencia dual del catolicismo.
En realidad, había varios dioses que, cuando se unían, causaban destrucción al pueblo taíno.
Juracán era el nombre que le daban los taínos a todos los fenómenos destructivos.
El Yunque
El monte más importante en la cultura taína era la montaña actualmente llamada El Yunque,
donde hacían las ceremonias principales para su dios (el nombre actual se deriva del nombre original de la montaña, seguramente parecido o igual al nombre del dios principal Yocajú).

El mundo taíno estaba dividido en cuatro partes y un centro, que gobernaban respectivamente el Sol y su gemelo Guatauba, ambos hijos del dios Yocahú, creador de las montañas y del fuego.

Coastrique, gemelo nocturno de la muerte, gobernaba las trombas de agua, apareciendo el mito del diluvio que apunta a la influencia continental.

El señor del mundo de los muertos (o del paraíso taíno, llamado Coaibai), era Maquetaurie Guayaba, y la Luna se llamaba era Taicaraya.
Animismo
El rasgo más característico de la mitología taína fue considerar a los espíritus respecto a los hombres y animales, plantas y seres inanimados.
Los hupia son los espíritus de los muertos, y se diferencian de los goeiza; espíritus de los vivos.

Este animismo confería al chaman grandes poderes, al ser el único capaz de domeñar a los espíritus.
Para este fin confeccionaban ídolos de algodón, piedra, hueso, concha, etc., que recibían el nombre de cemíes.
Los cemíes tenían poderes sobre el hombre, ya que en ellos residían los espíritus que regulaban las actividades humanas.
El cemí
Los taínos creían en dos seres sobrenaturales llamados cemíes que eran los progenitores de los demás.
Estos dos padres creadores estaban simbolizados por ídolos de piedra, madera o barro, a quienes los indígenas rezaban sus oraciones y en cuya presencia celebraban los ritos para implorar la abundancia de frutos y la dicha de la raza humana.

Un grupo de estos sobrenaturales cemíes tutelaban y representaban a los antepasados del clan.
El culto de estos ídolos se hallaba supeditado a las familias, y sus imágenes eran guardadas en la casa-templo del cacique.


Antes de la conquista y colonización de Cuba, la población aborigen no tenía un grado de desarrollo semejante al de otras culturas precolombinas, como los
mayas, los aztecas o los incas.

Los indígenas de Cuba
no edificaron grandes templos ni ciudades. Los más
avanzados, los taínos, construyeron comunidades denominadas
.bateyes., con viviendas que llamaron
.bohíos., .caneyes., y .barbacoas.. Se dedicaban a
la agricultura y a la pesca, y eran alfareros. Poseían
sus propios credos religiosos rudimentarios, aún no lo
suficientemente estudiados.

Una de las más curiosas manifestaciones era la propia
mitología indígena, particularmente la taína, que
distaba mucho de las complejas manifestaciones de
las culturas de mesoamérica. La mitología taína se
basaba fundamentalmente en el Sol, la Luna, el origen
del sexo femenino y el .diluvio..

Algunas creencias
sugerían que el Sol, la Luna y el hombre habían
surgido de las cuevas o grutas, tal vez porque la mayor
ía de sus antepasados no crearon asentamientos, y
tenían en las cuevas su refugio seguro contra la intemperie.
Sus credos religiosos eran elementales y
consistían en una combinación de animismo, el

cemiísmo, el chamanismo o behiquismo; el culto a los
antepasados y el totemismo o residuos totémicos

Animismo. Era la creencia, según la cual los objetos
inanimados poseían vida terrenal o extraterrenal o
estaban dotados de ciertos poderes mágicos.
Cemiísmo. Era una creencia un poco más compleja,
según la cual el cemí constituía un poder sobrenatural,
misterioso y enigmático, una verdadera deidad,
que controlaba los destinos de los humanos y de la
naturaleza en sus más diversas manifestaciones. Los
especialistas consideran que la mitología aborigen estaba
integrada por más de 30 personajes, de ellos unos
15 dioses o deidades, y más de 20 semidioses.

Según algunos especialistas, entre las deidades se
destacaban  Atabex, diosa madre del ser supremo y
diosa de la fertilidad;  Boynay, dios de la lluvia;
Maidabó, dios de la sequía; Taiguabó, el espíritu del
agua; Baibrama o Mabuya, dios maligno y una de las
voces para definir el mal; y otros semidioses, como
Opía, una especie de espíritu que servía de intermediario
con algunos dioses.

Chamanismo o behiquismo. Era la creencia en los
poderes mágicos de los behíques, es decir, los brujos
o sacerdotes. Éstos estaban dotados de poderes para
conversar con los muertos y adivinar el porvenir. Supuestamente,
en diferentes ceremonias religiosas,
como la cohobao cojoba, los behíques mantenían
comunicación con el otro mundo.
La cohoba consistía en absorber polvo de tabaco
por un tubo en forma de Y, así como otros jugos y
cocimientos de hierbas, después de un ayuno que pod
ía durar varios días y hasta semanas. Lo practicaba
primero el cacique y después todos los presentes, sentados
en un respetuoso silencio.

Cuando todos estaban
embriagados o en éxtasis, el behíque respondía a
las preguntas que se le hacían sobre el pasado, el presente
y el futuro, las dolencias o enfermedades, el
nacimiento de hijos y otras inquietudes. Además de
sus poderes mágicos, los behíques combinaban estas
facultades con las de curanderos o médicos, que ayunaban
junto a sus pacientes y tomaban los mismos
cocimientos de hierbas o purgantes. Si los pacientes
morían, tenían que soportar de algún modo la furia de
los parientes de los fallecidos.

Culto a los antepasados. Provenía de la creencia
de que los muertos, después de adquirir este .estado.
especial, regresaban al mundo como espíritus, y no
solo hacían acto de presencia, sino que ayudaban o
maldecían a los familiares vivos. Cada grupo familiar
tenía el suyo y los representaban en ídolos con figura
humana, símbolos mágicos, amuletos y otros objetos
consagrados.

Aunque los pobladores precolombinos o prehispá-
nicos cubanos no construyeron templos propiamente
dichos, practicaban ceremonias festivas y religiosas a
la que llamaban .areítos..
Éstos eran las fiestas por excelencia de los taínos.
Aglomerados en el batey o centro del poblado, bailaban
y cantaban al son de tambores durante largas horas,
bajo la dirección de un maestro de ceremonia
denominado .tequina., el cual marcaba tanto el paso
como el compás, y dictaba el tema que repetía el coro.

En estas ceremonias religiosas se recitaban las genealogías de los diferentes caciques y sus más famosas
obras, los recuerdos de los buenos y malos tiempos
pasados, y otros temas de interés para la transmisión
de los conocimientos de forma oral de la generación mayor a las generaciones más jóvenes.

Los cronistas
de la conquista han señalado que los aborígenes eran
buenos bailadores. Cantaban al unísono y .mientras
centenares de participantes danzaban y narraban historias
. el resto mantenía el compás del baile y los
cantos, y muy pocos se equivocaban. Estos credos y
manifestaciones culturales preferentemente taínos fueron
asimilados por los siboneyes, una comunidad aborigen
anterior, aunque menos desarrollada.

Totemismo o residuos totémicos. Era la manifestación de un sistema de creencias, según las cuales existía
una especie de parentesco sobrenatural entre un individuo
.o incluso parte o la totalidad de una tribu de
aborígenes. y un tótem.

Estos tótems, por lo general,
eran figuras de diversas especies de animales, y
en la minoría de los casos algunas plantas y objetos
minerales, que se consideraban como emblemas protectores
del individuo o la tribu, y en ocasiones como
su antepasado o progenitor. Se asegura que, en ciertos
casos, existían tótems de tipo especial para caciques
y behíques; algunos específicos para cada uno
de los sexos y otros comunes para todos los miembros
de una tribu

También resultan interesantes las expresiones de
las ceremonias aborígenes y sus costumbres funerarias,
consideradas sagradas. Los funerales indígenas,
como es natural, diferían mucho de las formas
ulteriores introducidas por la conquista y la colonización. Incluso, los de las culturas siboney y arauaco
(taínos y subtaínos), diferían entre sí.

Los más conocidos
.por los hallazgos y evidencias. son los
enterramientos taínos. En la mayoría de los casos,
éstos daban sepultura a los fallecidos en una especie
de cementerios fuera de los poblados. Los cadáveres,
por lo general, eran colocados de bruces o con

las piernas recogidas, y en los alrededores se situaban
algunos objetos que fuesen de utilidad en la otra vida,
sobre todo por la ya mencionada creencia de que los
fallecidos regresaban en forma de espíritus para proteger
a las familias.

Las enfermedades exóticas traídas por los conquistadores
y el rudo trabajo esclavo hicieron que en menos
de medio siglo casi fuese extinguida la población
autóctona de Cuba, calculada en unos 300 mil habitantes,
y de ellos .según ha sido estimado. solo
quedaran alrededor de unos 4 mil.

La fundación de la Villa de San Cristóbal de La
Habana se realizó en territorios del antiguo cacique
aborigen Habaguanex. Aunque no abundan restos de
estas comunidades aborígenes, se han hallado evidencias
de la existencia indígena en diferentes zonas del
territorio de lo que en la actualidad es la ciudad de La
Habana.

Ha habido hallazgos en los alrededores del
río Santa Ana; en las cercanías de la playa Santa Fe;
en el litoral oeste de la ciudad, donde se han encontrado
algunos objetos valiosos, como los .dujes. o asientos
ceremoniales de behíques y caciques. Estos últimos
se exponen en el Museo Montané, una de las instituciones
de la ciudad de La Habana relacionada con las
culturas aborígenes.

Otras zonas donde se han realizado
hallazgos han sido las de Colinas de Villarreal, al
noreste de la bahía habanera; las de Rincón de
Guanabo, a unos 28 kilómetros al noreste de la ciudad;
y en Jibacoa, un lugar aún más distante, a unos
50 kilómetros al este de la ciudad y en los límites de la
provincia La Habana.

Aunque la cultura aborigen fue prácticamente exterminada,
se reconoce aún su presencia en comidas
típicamente criollas, como el ajiaco, un cocido de carnes,
tubérculos y vegetales; y el casabe, una especie
de torta de yuca.

Su lengua se mantiene aún para denominar
lugares de la ciudad de La Habana, como
Uyanó (en la actualidad Luyanó), nombre con el cual
se designa un arroyo y un barrio habanero; Guasabacoa,
nombre de una de las ensenadas de la bahía
habanera; y Guanabacoa, territorio que en la lengua
aborigen significa .poblado entre colinas y manantiales
., y en donde quedan muy pocos de sus descendientes
mezclados con otras culturas posteriores