jueves, 17 de enero de 2013

Neuroteología - introducción



Neuroteología
: rastreando a Dios en el cerebro

  La ciencia se da a la tarea de encontrar el lugar preciso donde habita la divinidad en nuestro cerebro;

    por otra parte, investigadores fuera del mainstream científico buscan probar que la mente (y su divinidad inherente) pueden sanar a las personas y transformar el mundo.


  La neuroteología es una controversial rama de la neurociencia que relaciona las experiencias místicas con la actividad cerebral….

  …estudiando lo que ocurre en el cerebro humano durante experiencias religiosas, experiencias cercanas a la muerte, ingesta de sustancias psicodélicas o meditación profunda.

  Algunos científicos han llegado a sugerir que la idea de dios o la experiencia de la divinidad es algo que ocurre cuando ciertas zonas del cerebro se estimulan.

    Es decir, que Dios es un producto de la actividad cerebral (y más que omnipresente tiene una ubicuidad limitada a ciertas regiones del cerebro humano).


  Este reduccionismo ha sido cuestionado por algunas personas que estudian los mismos fenómenos,

    sugiriendo contrariamente que es Dios el que se ha embebido al cerebro humano o ha hecho que éste sea capaz de percibir la divinidad (infectándonos con su virus).

      Dicho de modo más simple: el cerebro humano y su tendencia a tener experiencias místicas es  producto de la creación (o sintonía) divina.


Dicho de modo más simple: el cerebro humano y su tendencia a tener experiencias místicas es  producto de la creación (o sintonía) divina, es cómo Dios nos ha equipado para percibirlo y sentirlo.

  La eterna pregunta en un plano más amplio es si Dios se descargó en el cerebro del hombre como una neuro huella digital (o un inevitable holofractal de su identidad con el universo, de que en cada bit, neurona o quantum está encriptada la información divina)


o si el cerebro primitivo del hombre, desde el más puro materialismo, generó la idea de dios como mecanismo de supervivencia por la esperanza y la fe, la cual, en la medida que le sirvió a lo largo de su evolución, se dispersó y se replicó,

  pero que en el futuro podría ser desechada, como se han desechado otros elementos a través de la evolución.

  Como es evidente, este tema es bastante polémico y complejo —a veces similar a paradojas como “¿qué fue primero, el huevo o la gallina?” o “¿puede dios crear una piedra tan pesada que Él mismo no pueda levantar?

      Sin embargo, es tan controvertido como estimulante.

A partir de diversas fuentes, y en especial de una investigación de la radio pública de Estados Unidos PBS, se han  compilado diversos puntos de vista que enriquecen el espectro de discusión, en esta sonda en búsqueda de dios en el cerebro, de dios en todas partes o de nuestra propia divinidad.

EL OTRO G-SPOT: EL ASIENTO DE DIOS EN EL CEREBRO

  Una de las tesis de la neuroteología sostiene que nuestra creencia en dios es el resultado de la evolución de nuestro cerebro. 

  Un estudio realizado por el Dr. Jordan Grafman, del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, mostró que las personas que reportaron haber experimentado íntimamente a Dios,  participaban en comportamientos religiosos o hasta tenían “temor divino”,

    tendieron a mostrar mayor tamaño en las regiones cerebrales relacionadas con la empatía, la comunicación simbólica y la regulación emocional.


  Esto sugiere que la capacidad de albergar pensamientos religiosos podría haber contribuido en llevar al cerebro primitivo a su forma actual de sofisticación social.

Grafman sostiene que los orígenes de la creencia en la divinidad residen en los mecanismos que evolucionaron para ayudar a los primates a entender a sus familiares y a otros animales.

“Intentamos usar los mismos mecanismos sociales para explicar fenómenos poco comunes en la naturaleza”, dice Grafman.

    Por su parte el Dr. Andrew Newberg, de la Universidad de Pennsylvania, quien ha estudiado a través de resonancias magnéticas los cerebros de sacerdotes católicos, monjes budistas y expertos meditadores… 

       cree que las imágenes del cerebro sugieren que nuestros cerebros están hechos para creer en Dios y posiblemente nuestro órgano mental tiene el “hardware” preciso para hacernos más fácil creer en un poder superior.

  Algunos expertos en epilepsia han sugerido la posibilidad de que las grandes figuras religiosas, como Moisés, Elías, Ezequiel, o San Pablo, hayan padecido este trastorno, ya que muchos epilépticos sostienen tener visiones divinas o escuchar las voces de ángeles.



< El año treinta, el cinco del cuarto mes,... se abrió el cielo y contemplé visiones divinas (Ezequiel 1,1)... Yo miré; vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno (Ezequiel 1, 4-6)...

Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había algo como una piedra de zafiro en forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana (Ezequiel 1,26)... Vi algo como fuego que producía un resplandor en torno, con el aspecto del arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia. Era algo como la forma de la gloria de Yahveh.

A su vista, caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba. Me dijo: "Hijo del hombre, ponte en pie, que voy a hablarte." El espíritu entró en mí como se me había dicho y me hizo tenerme en pie; y oí al que me hablaba.> (Ezequiel 1, 27-28; 2,1)


  Actualmente algunos neurólogos creen haber encontrado la zona cerebral en la que se originan las experiencias espirituales: el lóbulo temporal.


    Esta zona está asociada con la memoria y las emociones y también es el sitio donde la actividad epiléptica ocurre.

  Algunos estudios demuestran que personas que sufren de epilepsia en el lóbulo temporal reportan tener alucinaciones religiosas (a las cuales se les suma un nuevo tipo: las alucinaciones extraterrestres)

  El exponente más radical de la neuroteología es el Dr. Michael Persinger, famoso por crear lo que llama “el casco de dios”, a través del cual, sostiene, es posible inducir experiencias místicas en el laboratorio a casi cualquier persona.

       “Desde el punto de vista de la neurociencia, toda experiencia es generada por una función cerebral. Eso significa todas las experiencias. Cuando tienes una experiencia de una memoria, eso es un patrón cerebral activado. Cuando tienes una experiencia de Dios, Alá, Buda o cualquiera que sea la fuente cósmica que te está inspirando, eso es actividad cerebral. ¿Eso significa que todo está siendo programado por la estructura cerebral y por la actividad electromagnética cerebral? Sí, claro que  así es”.


  Persinger dice que la ciencia ha avanzado mucho desde el geocentrismo, pasando por Copérnico, Newton, Freud y concluye:

 “¿Cuál es la última ilusión que debemos de superar? Esa ilusión es la de que dios es un absoluto, que existe independiente del cerebro humano y que de alguna forma estamos  bajo su cuidado”.

  El polémico casco diseñado por el Dr.  Persinger estimula el lóbulo temporal con un campo magnético rotatorio débil (en microteslas).

   Los sujetos que experimentan con este casco son vendados en un ambiente de cero estímulos, para no ser sugestionados.

    Según Persinger, el 80% de los sujetos reporta tener experiencias religiosas. Estudios posteriores de Persinger sostienen que dos personas estimuladas de la misma forma reportan una conexión telepática en el laboratorio. (Existen numerosos escépticos del trabajo de Persinger).


Estudios posteriores de Persinger sostienen que dos personas estimuladas de la misma forma reportan una conexión telepática en el laboratorio.

  Menos radical, el Dr.Orrin Devinsky, profesor de medicina en el Langone Medical Center de Nueva York, pone un interesante ejemplo:

“Si tenemos a un hombre y una mujer profundamente enamorados y tienen un momento de intimidad y empatía,  en ese instante habría un cambio en su estado cerebral que se podría apreciarse  en su lóbulo temporal también, ¿pero eso niega la presencia de amor verdadero entre ellos? Claro que no. Cuando estudias la espiritualidad como científico se vuelve extremadamente difícil. Solo puedes decir que es posible”.



 
EL QUÍMICO DE DIOS


  Pese a que muchas de las sustancias psicodélicas que han sido denominadas “enteógenos” están prohibidas en la mayor parte del mundo, recientemente hemos empezado a ver un renacimiento de la medicina psicodélica.

   Uno de los estudios más relevantes en los últimos años es el realizado por la Universidad de John Hopkins con psilocibina —la sustancia activa de los hongos alucinógenos como el peyote y el Amanita Muscaria.

  Una paciente  de este estudio, Karen Sokel, relata su experiencia:


     “Sé que tuve una fusión con la Unidad, con el Ser, y hubo un momento durante la experiencia que me estaba halando gentilmente y vi una luz y recuerdo que pensé, ‘no estoy segura de que si me uno con la luz seguiré siendo’, pero me dejé ir… y la fusión fue la más bella, poderosa y sensual experiencia… fue como una explosión”.


Lo que nos recuerda las experiencias relatadas por místicos tales como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús


  Solomon Snyder, director del departamento de Neurociencia de la Universidad de John Hopkins, sospecha que la clave de las experiencias místicas es la serotonina,

  el neurotransmisor que afecta zonas del cerebro relacionadas a las emociones y a la percepción.

  Químicamente muchas de las sustancias psicodélicas son similares a la serotonina y activan el mismo receptor


  Curiosamente, son los psicodélicos cuyos alcaloides pertenecen  a la familia de las triptaminas, los que son totalmente análogos a la serotonina:

la psilocibina,

la dimetiltriptamina (DMT)

y la metoxidimetiltriptamina 5-MeO-DMT.  


Quizás no sea casualidad que en México, ya desde épocas remotas, se conozca a los hongos psilocibe como teonanacatl (“la carne de dios”).

  Recientemente el Dr. Rick Strasmann —el único científico en realizar estudios médicos con DMT— escribió un libro sobre esta sustancia al que tituló La Molécula del Espíritu,

    esto en referencia a las experiencias espirituales recurrentes que la molécula del DMT provoca en las personas que lo consumen.

  Y hace un par de años el psiconauta James Oroc tituló su libro sobre sus experiencias con el 5 MeO-DMT, obtenido del sapo de Sonora (bufo alvarius), La Molécula de Dios


 (al respecto, Pijama Surf publicó la experiencia de un avezado psiconauta con esta sustancia en la que curiosamente describe su experiencia de manera similar a la experiencia en psilocibina de Karen Sokel, como una explosión cósmica).



  Contrastando con los postulados materialistas de la neurociencia, el famoso psiconauta y bricoleur Terence Mckenna consideraba que el  el DMT manifiesta claramente que la existencia de la conciencia incorpórea es una posibilidad  real y  que la evolución humana tiende a la materialización del espíritu.



Su hermano, el etnobotánico Dennis Mckenna, dice en este documental que el DMT es una “pastilla instántanea de supremas realidades metafísicas” y  se mistifica porque el ser humano tiene un “detector de la divinidad en el cerebro”.


  Las visiones místicas que producen las triptaminas pueden ser vistas como indicadores de que existe una dimensión divina a la cual podemos acceder bajo cierta manipulación de nuestra percepción (abriendo el tercer ojo o la glándula pineal según la tradición mística) o como una prueba de que Dios es una alucinación de nuestro cerebro, un artificio meramente químico, mismo que sobreviene si liberamos ciertos neurotransmisores, como quien reproduce una grabación holográfica apretando una serie de botones.



EL CEREBRO DE LAS PERSONAS  QUE TIENEN EXPERIENCIAS MÍSTICAS


  El susodicho Dr. Newberg ha descubierto también que en las personas que meditan mucho se presenta una actividad en el lóbulo frontal y una disminución en la actividad del lóbulo parietal (el área del cerebro encargada del sentido de orientación en el tiempo-espacio).



  Newberg escaneó el cerebro del también profesor de la Universidad de Pennsylvania, Michael Baime, quien lleva meditando más de 40 años.

  Los resultados de la imagen cerebral de Baime  coinciden con casos anteriores que incluyen monjes tibetanos meditando, franciscanos rezando y sikhs cantando: en todos se ha visto que el lóbulo parietal se apaga.

        “Esta es un área que normalmente recibe nuestra información sensorial y trata de crear un sentido de nosotros mismos para orientarnos en el espacio. Cuando las personas pierden este sentido de ser sienten una sensación de unidad y las fronteras entre uno y los demás se borran”. Newberg cree que en lo que respecta al cerebro toda experiencia espiritual es una experiencia espiritual (en este sentido todos los dioses y todas las técnicas de éxtasis son una).

         Por otra parte, Richard Davidson, de la Universidad de Wisconsin, ha escaneado los cerebros de monjes budistas que llevan años meditando. Davidson descubrió que las zonas de atención y empatía de sus cerebros están “finamente entonadas como un Porsche” y que estas personas habían desarrollado más antivirus naturales que las personas que no meditan. Davidson llama a esto simplemente neuroplasticidad y dice que, practicando, cualquiera puede llevar a su cerebro a un estado similar.