sábado, 12 de septiembre de 2009

Religión Taína I


Religión Taina

Politeísmo. Creían en múltiples dioses.
El dios principal era Yocajú Bagua Maorocotí (también conocido como Yukiyú, Yucajú o Louquo; dios del bien)
fue hijo de la diosa Atabey
Yukajú:
Los antepasados taínos habrían emergido del ombligo de este dios,
y le consideraban como el gran cacique del Turei (cielo); el cual recompensaba a los buenos después de su muerte, haciéndoles disfrutar una vida llena de delicias en una morada de eternos goces,
en el paraíso taíno, llamado Coaibai.
Juracán
Origen del término huracán
Anteriormente se creía que Juracán era el dios malo, puesto que el panteón fue interpretado según la creencia dual del catolicismo.
En realidad, había varios dioses que, cuando se unían, causaban destrucción al pueblo taíno.
Juracán era el nombre que le daban los taínos a todos los fenómenos destructivos.
El Yunque
El monte más importante en la cultura taína era la montaña actualmente llamada El Yunque,
donde hacían las ceremonias principales para su dios (el nombre actual se deriva del nombre original de la montaña, seguramente parecido o igual al nombre del dios principal Yocajú).

El mundo taíno estaba dividido en cuatro partes y un centro, que gobernaban respectivamente el Sol y su gemelo Guatauba, ambos hijos del dios Yocahú, creador de las montañas y del fuego.

Coastrique, gemelo nocturno de la muerte, gobernaba las trombas de agua, apareciendo el mito del diluvio que apunta a la influencia continental.

El señor del mundo de los muertos (o del paraíso taíno, llamado Coaibai), era Maquetaurie Guayaba, y la Luna se llamaba era Taicaraya.
Animismo
El rasgo más característico de la mitología taína fue considerar a los espíritus respecto a los hombres y animales, plantas y seres inanimados.
Los hupia son los espíritus de los muertos, y se diferencian de los goeiza; espíritus de los vivos.

Este animismo confería al chaman grandes poderes, al ser el único capaz de domeñar a los espíritus.
Para este fin confeccionaban ídolos de algodón, piedra, hueso, concha, etc., que recibían el nombre de cemíes.
Los cemíes tenían poderes sobre el hombre, ya que en ellos residían los espíritus que regulaban las actividades humanas.
El cemí
Los taínos creían en dos seres sobrenaturales llamados cemíes que eran los progenitores de los demás.
Estos dos padres creadores estaban simbolizados por ídolos de piedra, madera o barro, a quienes los indígenas rezaban sus oraciones y en cuya presencia celebraban los ritos para implorar la abundancia de frutos y la dicha de la raza humana.

Un grupo de estos sobrenaturales cemíes tutelaban y representaban a los antepasados del clan.
El culto de estos ídolos se hallaba supeditado a las familias, y sus imágenes eran guardadas en la casa-templo del cacique.


Antes de la conquista y colonización de Cuba, la población aborigen no tenía un grado de desarrollo semejante al de otras culturas precolombinas, como los
mayas, los aztecas o los incas.

Los indígenas de Cuba
no edificaron grandes templos ni ciudades. Los más
avanzados, los taínos, construyeron comunidades denominadas
.bateyes., con viviendas que llamaron
.bohíos., .caneyes., y .barbacoas.. Se dedicaban a
la agricultura y a la pesca, y eran alfareros. Poseían
sus propios credos religiosos rudimentarios, aún no lo
suficientemente estudiados.

Una de las más curiosas manifestaciones era la propia
mitología indígena, particularmente la taína, que
distaba mucho de las complejas manifestaciones de
las culturas de mesoamérica. La mitología taína se
basaba fundamentalmente en el Sol, la Luna, el origen
del sexo femenino y el .diluvio..

Algunas creencias
sugerían que el Sol, la Luna y el hombre habían
surgido de las cuevas o grutas, tal vez porque la mayor
ía de sus antepasados no crearon asentamientos, y
tenían en las cuevas su refugio seguro contra la intemperie.
Sus credos religiosos eran elementales y
consistían en una combinación de animismo, el

cemiísmo, el chamanismo o behiquismo; el culto a los
antepasados y el totemismo o residuos totémicos

Animismo. Era la creencia, según la cual los objetos
inanimados poseían vida terrenal o extraterrenal o
estaban dotados de ciertos poderes mágicos.
Cemiísmo. Era una creencia un poco más compleja,
según la cual el cemí constituía un poder sobrenatural,
misterioso y enigmático, una verdadera deidad,
que controlaba los destinos de los humanos y de la
naturaleza en sus más diversas manifestaciones. Los
especialistas consideran que la mitología aborigen estaba
integrada por más de 30 personajes, de ellos unos
15 dioses o deidades, y más de 20 semidioses.

Según algunos especialistas, entre las deidades se
destacaban  Atabex, diosa madre del ser supremo y
diosa de la fertilidad;  Boynay, dios de la lluvia;
Maidabó, dios de la sequía; Taiguabó, el espíritu del
agua; Baibrama o Mabuya, dios maligno y una de las
voces para definir el mal; y otros semidioses, como
Opía, una especie de espíritu que servía de intermediario
con algunos dioses.

Chamanismo o behiquismo. Era la creencia en los
poderes mágicos de los behíques, es decir, los brujos
o sacerdotes. Éstos estaban dotados de poderes para
conversar con los muertos y adivinar el porvenir. Supuestamente,
en diferentes ceremonias religiosas,
como la cohobao cojoba, los behíques mantenían
comunicación con el otro mundo.
La cohoba consistía en absorber polvo de tabaco
por un tubo en forma de Y, así como otros jugos y
cocimientos de hierbas, después de un ayuno que pod
ía durar varios días y hasta semanas. Lo practicaba
primero el cacique y después todos los presentes, sentados
en un respetuoso silencio.

Cuando todos estaban
embriagados o en éxtasis, el behíque respondía a
las preguntas que se le hacían sobre el pasado, el presente
y el futuro, las dolencias o enfermedades, el
nacimiento de hijos y otras inquietudes. Además de
sus poderes mágicos, los behíques combinaban estas
facultades con las de curanderos o médicos, que ayunaban
junto a sus pacientes y tomaban los mismos
cocimientos de hierbas o purgantes. Si los pacientes
morían, tenían que soportar de algún modo la furia de
los parientes de los fallecidos.

Culto a los antepasados. Provenía de la creencia
de que los muertos, después de adquirir este .estado.
especial, regresaban al mundo como espíritus, y no
solo hacían acto de presencia, sino que ayudaban o
maldecían a los familiares vivos. Cada grupo familiar
tenía el suyo y los representaban en ídolos con figura
humana, símbolos mágicos, amuletos y otros objetos
consagrados.

Aunque los pobladores precolombinos o prehispá-
nicos cubanos no construyeron templos propiamente
dichos, practicaban ceremonias festivas y religiosas a
la que llamaban .areítos..
Éstos eran las fiestas por excelencia de los taínos.
Aglomerados en el batey o centro del poblado, bailaban
y cantaban al son de tambores durante largas horas,
bajo la dirección de un maestro de ceremonia
denominado .tequina., el cual marcaba tanto el paso
como el compás, y dictaba el tema que repetía el coro.

En estas ceremonias religiosas se recitaban las genealogías de los diferentes caciques y sus más famosas
obras, los recuerdos de los buenos y malos tiempos
pasados, y otros temas de interés para la transmisión
de los conocimientos de forma oral de la generación mayor a las generaciones más jóvenes.

Los cronistas
de la conquista han señalado que los aborígenes eran
buenos bailadores. Cantaban al unísono y .mientras
centenares de participantes danzaban y narraban historias
. el resto mantenía el compás del baile y los
cantos, y muy pocos se equivocaban. Estos credos y
manifestaciones culturales preferentemente taínos fueron
asimilados por los siboneyes, una comunidad aborigen
anterior, aunque menos desarrollada.

Totemismo o residuos totémicos. Era la manifestación de un sistema de creencias, según las cuales existía
una especie de parentesco sobrenatural entre un individuo
.o incluso parte o la totalidad de una tribu de
aborígenes. y un tótem.

Estos tótems, por lo general,
eran figuras de diversas especies de animales, y
en la minoría de los casos algunas plantas y objetos
minerales, que se consideraban como emblemas protectores
del individuo o la tribu, y en ocasiones como
su antepasado o progenitor. Se asegura que, en ciertos
casos, existían tótems de tipo especial para caciques
y behíques; algunos específicos para cada uno
de los sexos y otros comunes para todos los miembros
de una tribu

También resultan interesantes las expresiones de
las ceremonias aborígenes y sus costumbres funerarias,
consideradas sagradas. Los funerales indígenas,
como es natural, diferían mucho de las formas
ulteriores introducidas por la conquista y la colonización. Incluso, los de las culturas siboney y arauaco
(taínos y subtaínos), diferían entre sí.

Los más conocidos
.por los hallazgos y evidencias. son los
enterramientos taínos. En la mayoría de los casos,
éstos daban sepultura a los fallecidos en una especie
de cementerios fuera de los poblados. Los cadáveres,
por lo general, eran colocados de bruces o con

las piernas recogidas, y en los alrededores se situaban
algunos objetos que fuesen de utilidad en la otra vida,
sobre todo por la ya mencionada creencia de que los
fallecidos regresaban en forma de espíritus para proteger
a las familias.

Las enfermedades exóticas traídas por los conquistadores
y el rudo trabajo esclavo hicieron que en menos
de medio siglo casi fuese extinguida la población
autóctona de Cuba, calculada en unos 300 mil habitantes,
y de ellos .según ha sido estimado. solo
quedaran alrededor de unos 4 mil.

La fundación de la Villa de San Cristóbal de La
Habana se realizó en territorios del antiguo cacique
aborigen Habaguanex. Aunque no abundan restos de
estas comunidades aborígenes, se han hallado evidencias
de la existencia indígena en diferentes zonas del
territorio de lo que en la actualidad es la ciudad de La
Habana.

Ha habido hallazgos en los alrededores del
río Santa Ana; en las cercanías de la playa Santa Fe;
en el litoral oeste de la ciudad, donde se han encontrado
algunos objetos valiosos, como los .dujes. o asientos
ceremoniales de behíques y caciques. Estos últimos
se exponen en el Museo Montané, una de las instituciones
de la ciudad de La Habana relacionada con las
culturas aborígenes.

Otras zonas donde se han realizado
hallazgos han sido las de Colinas de Villarreal, al
noreste de la bahía habanera; las de Rincón de
Guanabo, a unos 28 kilómetros al noreste de la ciudad;
y en Jibacoa, un lugar aún más distante, a unos
50 kilómetros al este de la ciudad y en los límites de la
provincia La Habana.

Aunque la cultura aborigen fue prácticamente exterminada,
se reconoce aún su presencia en comidas
típicamente criollas, como el ajiaco, un cocido de carnes,
tubérculos y vegetales; y el casabe, una especie
de torta de yuca.

Su lengua se mantiene aún para denominar
lugares de la ciudad de La Habana, como
Uyanó (en la actualidad Luyanó), nombre con el cual
se designa un arroyo y un barrio habanero; Guasabacoa,
nombre de una de las ensenadas de la bahía
habanera; y Guanabacoa, territorio que en la lengua
aborigen significa .poblado entre colinas y manantiales
., y en donde quedan muy pocos de sus descendientes
mezclados con otras culturas posteriores

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